Continuando con mi sección GOLEADORAS, la segunda entrada en vez de una entrevista va a ser una colaboración especial. Os voy a dejar un artículo escrito por Cristina J.P., una barcelonesa sensible con la causa que nos va a contar algunos de los estereotipos, mitos y discriminación sexual que existen en torno a la mujer deportista y contra los que todavía seguimos luchando.
Cristina va a explicarnos cuáles son algunas de esas falsas creencias y a desmontarnos con argumentos el por qué algunos de esos pensamientos no tienen ningún tipo de veracidad. Desde aquí quiero darle las gracias por su colaboración y por permitirme publicar esto en mi blog. Sin más dilaciones aquí os dejo su artículo:
Por Cristina J.P.
Tradicionalmente, el mundo del deporte ha sido patrimonio de los hombres. A lo largo de los siglos ha sido un campo dónde se han manifestado estereotipos y prejuicios que han limitado la participación de las mujeres que, en el caso de producirse, ha sido siempre condicionada por una serie de mitos y falsas leyendas.
La pervivencia de estos mitos han contribuido a mantener, no sólo las pautas de desigualdad, sino también de discriminación.
El mito más extendido, el de raíz biológica, afirma que las mujeres nunca conseguirán lo que los hombres porque su constitución limita su rendimiento deportivo, pero la evolución de los resultados deportivos demuestra todo lo contrario (por ejemplo, si la diferencia en el récord de los 100 metros era, en el 1927, de 1'9 segundos entre hombres y mujeres, en el 1988 sólo era de 0'66 segundos).
Otro de los mitos en torno a la mujer deportista dice que los resultados de éstas bajan durante el ciclo menstrual. Esto también se desmiente cuando las atletas niegan que las influya de manera especial, es más, al contrario, las marcas de muchas deportistas son indiferentes en el ciclo menstrual que en el resto del periodo. Y, además, hace falta remarcar que las mujeres que se entrenan sufren menos dolores menstruales y tienen un ciclo más regular que las mujeres que no practican deporte.
También se dice que el embarazo influye negativamente en las deportistas, pero la historia olímpica nos nutre de casos que lo contradicen. Muchas mujeres han obtenido galardones después de haber tenido uno o más hijos, incluso se ha demostrado que, en el parto, las mujeres deportistas tienen menos complicaciones.
Se ha dicho que a la mayoría de las mujeres no les interesa el deporte y que, si les interesa, no lo ejecutan bien (por lo tanto, no se les debe tomar seriamente y no tiene sentido que se dediquen a él). También se ha afirmado que “los deportes de contacto no son dignos de ninguna mujer que se respete a sí misma” y que “las deportistas son necesariamente lesbianas”.
Se ha asegurado que las actividades deportivas comprometían las funciones reproductoras de la mujer, perjudicando su salud. Se han empleado argumentos poéticos y mitológicos de manera ambigua, en habla de las amazonas desprovistas de feminidad y de las atletas sometidas a tratamientos con esteroides. De esta manera, el argumento según el cual el deporte masculiniza el cuerpo femenino se ha extendido mucho.
El propio discurso del género proyecta un modelo de feminidad asociado con una serie de características supuestamente femeninas, como la delicadeza y la fragilidad corporal, la pasividad, la dependencia y la emotividad (estas características eran contrarias a las supuestamente masculinas encarnadas en los deportes). Se dice que al interiorizar esta creencia, las propias mujeres podían sufrir un conflicto de en el caso de participar en prácticas deportivas, resultado de la incompatibilidad de éstas con el modelo tradicional de conducta y de estética femenina.
Es en este marco debemos hablar de la homofobia presente en el deporte, que a menudo acontece un obstáculo para la integración de muchas mujeres en las carreras deportivas. A pesar de ser un hecho comprobado que la orientación sexual no tiene nada a ver con las capacidades atléticas, el tópico que asegura el lesbianismo de las deportistas está muy extendido. Muchas deportistas heterosexuales tienen miedo a que se las tilde de lesbianas, incluso llegan a abandonar sus carreras deportivas por esto. Muchos padres de atletas temen que el deporte influya en sus hijas y se “conviertan en lesbianas”. Muchas mujeres homosexuales adoptan una imagen heterosexual por miedo a perder sus patrocinadores... En fin, la homofobia en el deporte no sólo comporta la discriminación de las mujeres lesbianas, sino que perpetúa el estereotipo de que los deportes no son femeninos, sino que al contrario, masculinizan a la mujer.
La discriminación también se extiende al tema económico (los premios, salarios o ayudas/becas, las mujeres deportistas reciben menos y son de menor cuantía que las dirigidas a sus colegas masculinos). En la misma línea, hace falta decir que encontramos muy pocas mujeres en cargos directivos o de gestión deportiva.
También destaca la discriminación infrastructural: a los equipos femeninos se les adjudican los peores equipamientos e instalaciones. Hace falta decir que el acceso de las deportistas a los medios de comunicación también se acontece más difícil.
Estamos en pleno siglo XXI y la lucha sigue.